Es innegable la relación que tenemos las personas con nuestro entorno, a través de la percepción. De ahí que nos guste más un lugar que otro y por ende nos sintamos mejor en él, que en un sitio que nos disgusta, esto de manera consciente o inconsciente. No podemos ignorar que un factor también muy importante, para que nos sintamos bien, es el tener a nuestros seres queridos cerca, pero por el momento dejemos esto a un lado y supongamos que ellos van siempre con nosotros.
Reaccionamos a nuestra percepción, es decir, la ciudad a través de su estética, infraestructura y usos nos estimulan de manera física y psicológica. Cabe aclarar que en nuestra experiencia regia, muchas veces por ignorar este hecho –desde las autoridades, urbanistas, diseñadores, comunidad en general- y realizar obras en las que se omite una planeación urbana inteligente, lo que hace es desestimularnos, lo que nos regresa al círculo de la afectación de nuestro humor y por ende comportamiento hostil o apático ante nuestra ciudad.
Pero qué implica la percepción de las personas. La percepción, en su sentido estricto, se refiere al proceso de darse cuenta del espacio, de asimilarlo, mediante la adquisición de información a través de los sentidos de: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. El acto cognitivo lo realizamos mientras procesamos esta información sensorial. En esta actividad intelectual podemos reflexionar sobre dicho estímulo e información, incluso evaluarla y la podemos recordar. En este proceso lo que sigue es nuestro comportamiento espacial, es decir cómo reaccionamos ante la información adquirida por la percepción y el acto cognitivo.
Todo lo anterior a qué va. A que, a nuevos estímulos y percepciones se pueden presentar nuevos comportamientos. No les ha pasado que visitan otra ciudad y les gusta caminar más o andar en bici, conducir mejor, con mayor precaución y gentileza para el peatón, comer en el mercado y muchas otras cosas más. Es porque la ciudad nos invita, nos brinda estímulos que percibimos y reflexionamos como invitaciones a vivir la ciudad. Aquí también podemos realizar esas actividades, me dirán que si el tráfico, que si la comida es mala en los mercados aquí, y muchas cosas más no del todo ciertas. La realidad es que definitivamente hay cuestiones que no facilitan, pero no por ello no se pueden llevar a cabo una gran gama de actividades. Lo que sí sucede es que los estímulos que percibimos en nuestra ciudad tal vez no son los adecuados, aunado a que, sea lo que sea, ya hemos guardado esa información en nuestra mente y seguimos reaccionando de la misma forma –expectativas negativas-, independientemente de los cambios de la ciudad.
Mucho nos ayudará una buena urbanización de la ciudad, pero mientras tanto hagamos algo que sí esté a nuestro alcance de ciudadanos comunes y corrientes. Hagamos que se vea mejor, huela mejor, se escuche mejor, se sienta mejor y sepa mejor. Saquemos lo mejor de lo que tenemos, pongamos festiva la ciudad. Limpiémosla, plantemos árboles y diversas plantas, no usemos el coche con cualquier pretexto, probemos nuestros sabores, no contaminemos con ruido, caminemos, entre muchas cosas más. Pensemos diferente nuestra ciudad, seamos creativos e inclusivos, no le regalemos edificaciones sin carácter y tráfico que sólo consumen energía y no brindan nada de regreso.
Incluyamos color y forma -esto no es una invitación para pintar arcoíris por todos lados, pero adelante quien lo desee-, se trata de usarlos a nuestro favor, creando lugares acogedores, alegres, estimulantes, optimizadores de espacio y nuestros recursos. Y, no queramos suplir con la mano del hombre lo que ya nos da la naturaleza.